RESISTENCIA AEROBICA
La resistencia aeróbica es una de las dos formas de resistencia del cuerpo humano, es decir, su capacidad para realizar continuamente una actividad o un trabajo durante el mayor tiempo posible.
En el caso de la resistencia aeróbica, esta capacidad se refiere específicamente a la respiración y el balance de oxígeno interno del cuerpo humano, así como de los distintos ritmos de aguante de los que es capaz.
Nuestro cuerpo consume oxígeno del aire para iniciar sus procesos de ruptura de la molécula de glucosa, que es como obtenemos la energía química para mantenernos vivos y desempeñar nuestros diversos trabajos diarios.
Cuando el cuerpo se somete a un esfuerzo, se consume dicha energía (almacenada bajo la forma de moléculas de ATP) para mantener los músculos operando (elongándose y estrechándose) y el resto del cuerpo oxigenado.
Si nuestra capacidad de distribución de la sangre oxigenada falla (cardio), o pasa lo mismo con nuestra capacidad de oxigenarla en primer lugar (respiración), entonces habrá menos energía disponible para el organismo y se producirá la fatiga, obligándonos a detener el esfuerzo.
Así, en la medida en que nuestra resistencia aeróbica sea mayor, podremos retrasar la llegada del cansancio y soportar mayores períodos de esfuerzo sin quedarnos sin oxígeno.
Para incrementar o sostener nuestra resistencia aeróbica, se deben realizar con regularidad y constancia ejercicios que involucren el sistema cardiorespiratorio, también conocidos como ejercicios aeróbicos. Estos ejercicios se caracterizan por presentar una baja intensidad, pero un largo período de tiempo.
Algunos ejercicios que fomentan la resistencia aeróbica son:
- Aerobics. Consiste en una sesión de movimientos rítmicos, a menudo acompañados de música, que mantienen el cuerpo en constante movimiento y el corazón latiendo a un ritmo elevado pero regular.
- Caminar. El más simple de todos los ejercicios aeróbicos, no implica pasear con un ritmo detenido, sino caminar sostenidamente y a buen paso durante al menos media hora. Es perfectamente combinable, no obstante, con la recreación y los paseos o excursiones, incluso dentro de la ciudad.
- Trotar. La versión más intensa y con más impacto de la caminata, imprime un mayor ritmo de esfuerzo cardíaco y por lo tanto es mucho más demandante. Además, si no se ejecuta bien, puede producir daños en las rodillas y las articulaciones inferiores.
- Natación. Al hallarse sumergido, el cuerpo humano debe sostener la respiración durante segundos y luego renovar el aire de los pulmones durante los instantes en que la cabeza está afuera, programando así al organismo para usar el oxígeno al máximo y mejorar su capacidad pulmonar.
- Bicicleta. Otro clásico aeróbico, que puede hacerse en una bicicleta real, pedaleando hacia algún destino que nos guste, o en una estacionaria, como las que podemos hallar en los gimnasios.
- Saltar la cuerda. Lo que pareciera un juego infantil, es un gran ejercicio aeróbico. Mantener el cuerpo en constante suspensión, empujando con los pies sucesivamente contra el suelo, exige al corazón y a los pulmones un esfuerzo sostenido que, además, utiliza tanto los músculos inferiores como superiores.
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